martes, 17 de septiembre de 2013

CUANDO EN LONDRES SONARON LAS CAMPANAS


Tañeron las campanas en Londres y Wiston Churchill descorchó un champagne. Había caído el gobierno de Juan Perón y tenía motivos más que suficientes para brindar. Durante el gobierno peronista,  Londres había reducido su margen de influencia sobre la Argentina y lo que fue una perla más en la corona del rey inglés, como dijeron los voceros del  régimen corrupto de la década infame, se encontraron con una nueva realidad esquiva a los intereses británicos que habían controlado durante un siglo el comercio y los principales recursos del país, que iban desde los naturales, pasando por el comercio, las aduanas, las comunicaciones, los ferrocarriles, las fuentes de energía y también los financieros. Es cierto, el mundo había mutado, la Europa de pos guerra era un escenario bien distinto al anterior y ; Perón era un líder de la pos guerra que  venia a gobernar un país  que pretendía aprovechar las oportunidades para emerger y ser parte de un nuevo ciclo. El Estado de Bienestar se proyectaba por sobre el modelo agroexportador que los ingleses habían tutelado y  que era diametralmente contrapuesto a sus intereses toda vez que implicaba una nueva concepción de País y una redefinición de la soberanía a partir del control de los recursos y de un nuevo rol para el Estado como instrumento esencial para mejorar la vida de millones de personas. No había margen para coexistir, se trataban  -se trata – de proyectos que van en paralelo y que no convergen. Es la vigencia de uno por sobre el otro pero definitivamente imposible de compatibilizar. Es una opción colonial o es un modelo de desarrollo propio, a lo sumo complementarios en algunos puntos del intercambio.   
Londres saludó a la dictadura y auguró  un retroceso, una vuelta 20 años atrás, como si la guerra que desangró Europa no hubiera existido y  la sedienta Isla pudiese continuar abasteciéndose del Puerto para el que habían diseñado la convergencia de todos los transportes y pudiesen atravesar el Océano con las condiciones bucaneras y filibusteras  impuestas a la oligarquía que bien vivía de las transacciones desiguales. Materia prima por agujas, así cualquiera hace un buen negocio.
La Argentina de Perón estaba lejos de complacer a la potencia decadente. Las coordenadas del poder se habían desplazado hacia otros centros y regía la Guerra Fría como nuevo eufemismo de la dominación, surgida en Yalta.
La oligarquía combatió al Peronismo desde el vamos y el Peronismo se plantó como enemigo de la oligarquía desde el inicio, no es casual que el principal vocero de ese sector- el diario La Nación- , desde siempre, con su fundador a la cabeza – el general que nunca ganó una guerra pero si mucha plata – continúe justificando el golpe del 55.

1 comentario:

  1. Me acuerdo cuándo los milicos genocidas brindaron con Champagne al cerrar la fábrica de aviones.

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