Tañeron las campanas en Londres y Wiston Churchill descorchó
un champagne. Había caído el gobierno de Juan Perón y tenía motivos más que
suficientes para brindar. Durante el gobierno peronista, Londres había reducido su margen de influencia
sobre la Argentina y lo que fue una perla más en la corona del rey inglés, como
dijeron los voceros del régimen corrupto
de la década infame, se encontraron con una nueva realidad esquiva a los
intereses británicos que habían controlado durante un siglo el comercio y los
principales recursos del país, que iban desde los naturales, pasando por el
comercio, las aduanas, las comunicaciones, los ferrocarriles, las fuentes de
energía y también los financieros. Es cierto, el mundo había mutado, la Europa
de pos guerra era un escenario bien distinto al anterior y ; Perón era un líder
de la pos guerra que venia a gobernar un
país que pretendía aprovechar las
oportunidades para emerger y ser parte de un nuevo ciclo. El Estado de Bienestar
se proyectaba por sobre el modelo agroexportador que los ingleses habían
tutelado y que era diametralmente
contrapuesto a sus intereses toda vez que implicaba una nueva concepción de
País y una redefinición de la soberanía a partir del control de los recursos y
de un nuevo rol para el Estado como instrumento esencial para mejorar la vida
de millones de personas. No había margen para coexistir, se trataban -se trata – de proyectos que van en paralelo y
que no convergen. Es la vigencia de uno por sobre el otro pero definitivamente
imposible de compatibilizar. Es una opción colonial o es un modelo de
desarrollo propio, a lo sumo complementarios en algunos puntos del intercambio.
Londres saludó a la dictadura y auguró un retroceso, una vuelta 20 años atrás, como
si la guerra que desangró Europa no hubiera existido y la sedienta Isla pudiese continuar abasteciéndose
del Puerto para el que habían diseñado la convergencia de todos los transportes
y pudiesen atravesar el Océano con las condiciones bucaneras y filibusteras impuestas a la oligarquía que bien vivía de
las transacciones desiguales. Materia prima por agujas, así cualquiera hace un
buen negocio.
La Argentina de Perón estaba lejos de complacer a la
potencia decadente. Las coordenadas del poder se habían desplazado hacia otros
centros y regía la Guerra Fría como nuevo eufemismo de la dominación, surgida
en Yalta.
La oligarquía combatió al Peronismo desde el vamos y el
Peronismo se plantó como enemigo de la oligarquía desde el inicio, no es casual
que el principal vocero de ese sector- el diario La Nación- , desde siempre,
con su fundador a la cabeza – el general que nunca ganó una guerra pero si
mucha plata – continúe justificando el golpe del 55.
Me acuerdo cuándo los milicos genocidas brindaron con Champagne al cerrar la fábrica de aviones.
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